domingo, 31 de marzo de 2013


   Bebemos en silencio ese extraño mejunje oriental. Ninguno de los dos dice nada. Tú dejas caer la mirada sobre el suelo para evitar encontrarte con la mía. No contestas. Me pongo los auriculares para evitar tus posibles palabras y me pierdo entre las notas melódicas de Brainwork. Aunque pasan los minutos todavía no te atreves y continúas mirando ahí, como si hubieras perdido algo entre los pliegues rojos y áureos de la alfombra. En apenas diez minutos, que por esa extraña distorsión del tiempo en la cabeza de las personas han debido parecerte inagotables, comienzas a hablar.No te oigo. Palabras disonantes entre silencios sonoros. Yo me abandono, me dejo llenar por esa música secuenciada y el ritmo de unos sintetizadores  hasta el punto de olvidar que todavía no me has dado tu respuesta aunque tampoco me interesa. El aire se ha ido enviciando muy poco a poco y ahora es casi irrespirable.
    Te miro y vuelvo a sentir lástima. Tú finges que estás demasiado lejos de mí y yo finjo que no me importa. Buscas en los bolsillos las cerillas para encenderte el cigarrillo que ya te has puesto en los labios y yo señalo encima de la mesa. Huyes de mis ojos . Fugitivo. Cobarde. Como es habitual en ti.

   Te levantas con ojos rojos y húmedos. No soporto verte así de vencido. Los auriculares me ayudan a crear una barrera entre tu mundo y el mío .







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